Un ambicioso estudio internacional propone una redefinición del bienestar humano al alejarse de indicadores tradicionales como el PIB y centrarse en aspectos más personales y sociales, como las relaciones, la salud mental y el sentido de vida.
El Estudio Global sobre el Florecimiento (Global Flourishing Study, GFS), liderado por las universidades de Harvard y Baylor, analizó a más de 200.000 personas en 22 países. A través de seis dimensiones del bienestar —felicidad, salud, sentido vital, carácter, relaciones y seguridad financiera— el estudio busca comprender qué significa realmente “vivir bien”.
Los primeros resultados muestran patrones consistentes: las personas con vínculos fuertes, sentido de propósito, vida espiritual activa o participación comunitaria reportan mayores niveles de bienestar. Por ejemplo, quienes están casados puntúan en promedio 7.34 en una escala del 1 al 10, frente al 6.92 de los solteros. La asistencia regular a servicios religiosos también se asocia con niveles más altos de satisfacción.
El estudio revela, además, diferencias por edad, país y situación migratoria. En promedio, los adultos mayores reportan mayor bienestar que los jóvenes, y aunque los migrantes tienden a puntuar ligeramente por debajo de los nativos, este patrón varía entre países.
Para sus autores, el florecimiento humano debe convertirse en el nuevo eje de las políticas públicas. “Las métricas económicas tradicionales no reflejan la experiencia humana cotidiana”, afirman. El estudio destaca que el bienestar es complejo, influido tanto por condiciones objetivas como por percepciones personales, y plantea cinco grandes desafíos para medirlo con precisión, entre ellos las diferencias culturales y las dificultades metodológicas en estudios a largo plazo.
“El florecimiento no es perfecto ni definitivo, pero podemos avanzar hacia vidas más plenas si priorizamos lo que realmente importa”, concluye el investigador Tyler VanderWeele.