Una potente tormenta solar sorprendió al planeta a comienzos de junio, tras una eyección de masa coronal (CME, por sus siglas en inglés) que impactó directamente contra la Tierra. El fenómeno, observado en tiempo real por instrumentos del Laboratorio de Investigación Naval (NRL) de Estados Unidos el pasado 31 de mayo, obligó a emitir una alerta global de tormenta geomagnética severa (categoría G4), una calificación poco frecuente y de alto riesgo.
“Nuestras observaciones mostraban que la erupción era un halo CME, lo que indica que estaba dirigida a la Tierra, con una velocidad superior a 1.700 km por segundo”, explicó Karl Battams, investigador en ciencia computacional de la división de Ciencia Heliosférica del NRL.
¿Qué es una tormenta geomagnética?
Se trata de una alteración significativa en la magnetosfera terrestre —la capa protectora que resguarda al planeta de partículas solares nocivas—, generada por la interacción del viento solar y el campo magnético de la Tierra. Cuando este viento contiene un campo magnético orientado hacia el sur, puede literalmente abrir nuestro “escudo” planetario, permitiendo que la energía solar lo atraviese.
El resultado: interferencias en sistemas de comunicación, daños potenciales en satélites, sobrecarga en redes eléctricas, y, curiosamente, auroras boreales visibles en lugares tan al sur como Nuevo México, según reportes científicos.
Una CME inusualmente intensa
El Centro de Predicción del Clima Espacial de la NOAA clasificó el fenómeno como una tormenta G4, la segunda categoría más alta de un total de cinco. Estas eyecciones solares suelen estar cargadas con miles de millones de toneladas de material y, en casos extremos, pueden alcanzar la Tierra en menos de 24 horas.
“La energía solar expulsada puede comprometer sistemas de navegación, comunicaciones militares, e incluso afectar la red eléctrica terrestre”, advirtió Battams.
El físico solar Arnaud Thernisien, también del NRL, destacó que las CMEs son “liberaciones explosivas de masa solar que juegan un rol clave en el clima espacial, afectando la ionosfera, termosfera y magnetosfera de la Tierra”.
¿Cómo se detectan?
La NASA y la NOAA utilizan una serie de instrumentos especializados como el coronógrafo LASCO y el Compact Coronograph 1, instalados en satélites que monitorean constantemente la actividad solar. Estos dispositivos permiten anticipar la llegada de una CME y evaluar su posible impacto, aunque aún resulta difícil predecir con precisión su intensidad o duración.
¿Qué ocurrió esta vez?
La tormenta solar alcanzó la Tierra entre el 1 y el 2 de junio, elevando el índice geomagnético Kp a 8, una de las medidas más altas en una escala que va del 0 al 9. Aunque no se reportaron daños graves, el Sol se encuentra en su fase de máxima actividad dentro del ciclo solar de 11 años, lo que implica una mayor probabilidad de nuevas erupciones.
De hecho, los científicos han detectado regiones activas adicionales que están girando hacia el lado visible del Sol desde la Tierra, lo que podría significar que nuevas tormentas solares de igual o mayor intensidad están en camino.