El hallazgo de un objeto distante y misterioso pone en duda una de las hipótesis más intrigantes de la astronomía moderna.
Durante años, la hipótesis del “Planeta Nueve” ha tratado de explicar el extraño comportamiento de varios objetos helados más allá de Neptuno. Sin embargo, un reciente descubrimiento podría cambiar el rumbo de esta teoría.
Un equipo de astrónomos en Estados Unidos identificó un nuevo cuerpo celeste en los confines del sistema solar. Bautizado como 2017 OF201, este objeto tiene un diámetro de unos 690 kilómetros, lo que lo convierte en un posible planeta enano. Se encuentra aproximadamente a tres veces la distancia entre la Tierra y Neptuno, y su órbita extremadamente alargada lo lleva a más de 1.600 unidades astronómicas del Sol. Su ciclo orbital completo toma unos 25.000 años, y es visible desde la Tierra solo un 0,5 % de ese tiempo.
Un hallazgo inesperado y revelador
El descubrimiento fue realizado por Sihao Cheng, del Instituto de Estudios Avanzados de Nueva Jersey, junto con los investigadores Eritas Yang y Jiaxuan Li de la Universidad de Princeton. Fue posible gracias al análisis de datos públicos, lo que incluso permitió al astrónomo aficionado Sam Deen rastrear el objeto en archivos anteriores. “Es probablemente uno de los descubrimientos más emocionantes del sistema solar exterior en la última década”, comentó Deen.
Lo más sorprendente es que la órbita de 2017 OF201 no encaja con el patrón orbital que dio origen a la teoría del Planeta Nueve. Según Cheng, esto sugiere que esa hipótesis necesita ser revisada o apoyada con más datos. La astrónoma Samantha Lawler, de la Universidad de Regina (Canadá), también afirmó que descubrimientos como este debilitan aún más la idea del planeta oculto.
El misterio continúa
Aunque el Planeta Nueve aún no ha sido observado directamente, los astrónomos no pierden la esperanza. Nuevos instrumentos como el Observatorio Vera C. Rubin, en Chile, así como telescopios como el James Webb, Hubble y ALMA, podrían ser clave para resolver este enigma cósmico.
“Podemos mirar casi hasta los confines del universo”, concluye Cheng. “Y aun así, seguimos sin conocer todo lo que ocurre en los márgenes de nuestro propio sistema solar”.