En septiembre de 2023, una inusual señal sísmica captada por sismógrafos de todo el mundo puso en alerta a la comunidad científica. A diferencia de un terremoto común, cuyos temblores duran segundos o pocos minutos, esta oscilación sísmica se repitió cada 90 segundos y se prolongó durante nueve días consecutivos.
Tras una rápida investigación, los expertos localizaron el origen del fenómeno en un fiordo del este de Groenlandia. Tres días después, la Marina de Dinamarca envió una misión al lugar y confirmó la causa: un megatsunami generado por un enorme deslizamiento de rocas y hielo.
Ahora, un estudio publicado en Nature Communications, liderado por investigadores de la Universidad de Oxford, ha confirmado los detalles de este evento sin precedentes. Utilizando datos satelitales de alta resolución, los científicos revelaron que la ola alcanzó una altura estimada de 200 metros, convirtiéndose en uno de los tsunamis más altos jamás registrados en un entorno cerrado.
Una ola estacionaria que duró más de una semana
Thomas Monahan, investigador principal del estudio, explicó que el fenómeno fue inusual por dos razones: primero, por la magnitud del megatsunami; y segundo, por la formación de una onda estacionaria (conocida como seiche) que persistió en el fiordo durante más de una semana. “Nuestro estudio demostró que la onda estacionaria alcanzó una altura de hasta 7,9 metros”, detalló.
Este tipo de ondas, similares a las que se observan en lagos alpinos debido al viento, se generan cuando el agua oscila dentro de un espacio cerrado, sin disipar su energía fácilmente. En este caso, el impulso fue el deslizamiento de tierra que afectó directamente al fiordo Dickson.
Tecnología satelital para entender el fenómeno
El análisis fue posible gracias a la misión SWOT (Topografía Oceánica y Aguas Superficiales), lanzada en 2022 por una colaboración entre la NASA, agencias espaciales de Reino Unido, Canadá y Francia. Este satélite permite medir cambios en la altura del agua con gran precisión.
Mediante esta tecnología, los investigadores elaboraron mapas de elevación del fiordo antes y después del evento. Las mediciones mostraron pendientes marcadas en direcciones opuestas, lo que evidenciaba el movimiento oscilante del agua. También se descartaron otras posibles causas, como el viento o las mareas, al reconstruir las condiciones atmosféricas de esos días.
Incluso se detectaron pequeños desplazamientos en la corteza terrestre a miles de kilómetros de distancia, lo que refuerza la magnitud del fenómeno.
Un segundo tsunami y el papel del cambio climático
Un segundo evento similar ocurrió el 11 de octubre de 2023. Aunque de menor intensidad, la señal sísmica también persistió durante una semana. Aunque no se ha confirmado si ambos fenómenos están relacionados, los expertos sospechan que comparten la misma causa: deslizamientos de tierra inducidos por la retirada del hielo glacial.
Según Manuel J. Castro, matemático de la Universidad de Málaga y experto en modelado de fluidos geofísicos, el tsunami fue provocado por el colapso de una ladera inestable tras la retirada del glaciar que la sostenía. Se estima que alrededor de 25 millones de metros cúbicos de roca y tierra cayeron al agua, desplazando súbitamente grandes volúmenes y generando la ola gigante.
“El agua puede mantenerse oscilando por mucho tiempo cuando no hay mecanismos que disipen la energía, y eso fue lo que sucedió aquí”, explicó el profesor Thomas Adcock, autor sénior del estudio.