El telescopio ATLAS de la NASA ha detectado un cometa interestelar que supera en tamaño a sus famosos predecesores, Oumuamua y Borisov. Este colosal visitante cósmico, bautizado como 3I/ATLAS, cruzará cerca de Marte este otoño y podría ofrecer pistas inéditas sobre los secretos del universo.

El cometa 3I/ATLAS, un enorme cuerpo helado proveniente de la constelación de Sagitario, fue captado el 1 de julio desde el desierto chileno de Río Hurtado. Este objeto interestelar, apenas el tercero confirmado en atravesar nuestro sistema solar, mide aproximadamente 20 kilómetros de diámetro, mucho más grande que Oumuamua y Borisov. Actualmente se encuentra a unos 670 millones de kilómetros del Sol, más allá de la órbita de Júpiter, y avanza a una velocidad impresionante de 68 km/s.

Su trayectoria hiperbólica indica que fue expulsado de otro sistema solar tras una interacción gravitacional, convirtiéndolo en un auténtico mensajero de regiones remotas del cosmos.

Sin peligro para la Tierra: un espectáculo seguro

Gracias a una red global de telescopios, los astrónomos han rastreado el paso de 3I/ATLAS desde mediados de junio. El cometa se acercará a su punto más próximo al Sol —el perihelio— el 29 de octubre de 2025. Su máxima cercanía a la Tierra será apenas un día después, el 30 de octubre, a una distancia segura de 1.35 unidades astronómicas, es decir, unos 202 millones de kilómetros.

Especialistas de la NASA, la ESA y el Minor Planet Center aseguran que no existe riesgo de colisión y que el objeto se mantendrá fuera de cualquier zona de peligro, incluso atravesando solo hasta la órbita de Marte.

Un tesoro científico en movimiento

Pero más allá de la seguridad, el verdadero interés está en lo que 3I/ATLAS puede revelar. Los cometas interestelares son cápsulas del tiempo que contienen información química y estructural sobre los sistemas solares que los formaron.

La tenue cola que empieza a desplegar el cometa promete brindar datos valiosos sobre la formación de planetas, la evolución estelar y la diversidad de materiales en el universo. Los observatorios terrestres podrán estudiarlo hasta septiembre, cuando se acerque demasiado al Sol y deje de ser visible. Sin embargo, se espera que reaparezca a principios de diciembre, brindando una segunda oportunidad para su observación.

Cada partícula de polvo y cada destello de esta mole helada guardan una historia milenaria de un sistema lejano, posiblemente orbitando una estrella desconocida para nosotros. Por ello, astrónomos de todo el mundo ya afinan sus instrumentos y preparan sus cálculos para aprovechar al máximo esta visita fugaz, pero llena de potencial.

Por Editorial