Una alineación cósmica, una transmisión inexplicable y la remota posibilidad de que un visitante interestelar haya intentado comunicarse con nosotros. Esa es la hipótesis que vuelve a despertar el debate sobre la señal “Wow!”, captada en 1977 y aún sin explicación definitiva.

Una composición visual del desplazamiento de 3I/ATLAS —elaborada a partir de observaciones del Very Large Telescope (ESO) y mejorada con inteligencia artificial— muestra con detalle al misterioso cometa interestelar que, según nuevos cálculos, pudo haber estado detrás de una de las señales más enigmáticas de la historia.

El origen del misterio

En el verano de 1977, mientras la humanidad apenas comenzaba a escuchar el cosmos con instrumentos más sensibles, un radiotelescopio en Ohio registró una señal poderosa, precisa y fugaz. Duró 72 segundos.
El impacto fue tal que el astrónomo Jerry Ehman escribió a mano una sola palabra junto a los datos impresos: “Wow!”

Desde entonces, la llamada señal Wow! se convirtió en un ícono de la búsqueda de inteligencia extraterrestre: una transmisión intensa en la frecuencia del hidrógeno —el elemento más común del universo— que parecía dirigida directamente a la Tierra. Pero nunca volvió a repetirse.

Una hipótesis que conecta dos enigmas

Décadas después, el astrofísico Avi Loeb, conocido por sus propuestas disruptivas, ha planteado una posibilidad intrigante: ¿y si aquella señal provenía de un objeto interestelar, específicamente del cuerpo hoy conocido como 3I/ATLAS?

Aunque el cometa fue descubierto mucho tiempo después, las simulaciones orbitales indican que en agosto de 1977 —precisamente cuando se detectó la señal Wow!— su trayectoria pasó sorprendentemente cerca del punto en el cielo desde donde se originó la transmisión.

La coincidencia no es menor: la distancia angular entre ambos eventos es de apenas unos pocos grados, con una probabilidad estadística de solo 0.6% si se tratara de un alineamiento al azar. En ese momento, 3I/ATLAS se encontraba a unas 600 unidades astronómicas del Sol, y si realmente fuera la fuente, habría necesitado emitir con una potencia entre 0.5 y 2 gigavatios —energía comparable a la de un reactor nuclear— para llegar hasta nosotros.

Alternativas naturales, pero incompletas

Otras hipótesis sugieren un origen más convencional: la señal podría haber provenido de una nube interestelar que emitió un breve estallido de radiación de hidrógeno, quizá impulsado por un magnetar (una estrella de neutrones con un campo magnético extremo).

Sin embargo, esa explicación no logra reproducir ni la claridad, ni la frecuencia exacta, ni la intensidad observada en la señal Wow!, lo que mantiene abierta la posibilidad de un fenómeno no natural.

Además, la diferencia entre el desplazamiento registrado y la velocidad real de 3I/ATLAS (unos 60 km/s) ha sido interpretada por algunos investigadores como una posible modulación dirigida hacia la Tierra.

Una nueva oportunidad de observación

Entre el 1 y el 7 de octubre de 2025, varias sondas en órbita de Marte —entre ellas la Mars Reconnaissance Orbiter (NASA), Mars Express y ExoMars (ESA)— podrán observar de cerca el paso de 3I/ATLAS, que se aproximará a tan solo 29 millones de kilómetros del planeta rojo.

Más adelante, en noviembre, la sonda JUICE de la Agencia Espacial Europea también tendrá al objeto dentro de su campo de observación, ofreciendo la posibilidad de obtener datos sin precedentes sobre su composición y comportamiento.

Ciencia, riesgo y curiosidad

Para Loeb, lo importante no es solo determinar si la señal Wow! vino del cometa, sino preguntarse cómo deberíamos responder si detectáramos una transmisión artificial proveniente del espacio interestelar.

El investigador propone una “clasificación Loeb”, una escala que evalúa la relevancia o potencial amenaza de los objetos cósmicos según su origen y posible impacto en nuestra civilización:

  • Baja: cuerpos rutinarios del cinturón de asteroides.
  • Media: asteroides cercanos con riesgo de impacto.
  • Alta: objetos interestelares como ʻOumuamua o 3I/ATLAS, posibles mensajeros de otras civilizaciones.

Loeb, el científico que desafía los límites

Exdirector del Departamento de Astronomía de Harvard y fundador del Proyecto Galileo, Avi Loeb se ha ganado tanto admiradores como detractores. Sus ideas sobre la posible naturaleza artificial de objetos como ʻOumuamua o 3I/ATLAS han sido criticadas por su falta de evidencia empírica sólida, pero también celebradas por abrir el debate sobre lo desconocido.

“Explorar lo improbable no significa abandonar la ciencia”, ha dicho Loeb, “sino ampliar su horizonte”.

Y quizá ahí esté el verdadero valor del enigma Wow!: recordarnos que escuchar al universo no solo requiere tecnología, sino también curiosidad y coraje para aceptar lo que aún no comprendemos.

Por Editorial

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