Evitar los postres no basta. El azúcar, incluso aquel que se esconde en alimentos cotidianos como el pan, las salsas o los yogures de sabores, puede convertirse en un enemigo silencioso para la salud y la juventud celular. Expertos advierten que su exceso acelera el envejecimiento, favorece la resistencia a la insulina y puede provocar fatiga, insomnio, sobrepeso e inflamación crónica.

La especialista en medicina traslacional y biomedicina Diana Díaz Rizzolo, autora del libro El efecto de la glucosa (Zenith), explica en entrevista con Europa Press Salud que “el azúcar y la glucosa no son lo mismo”.

“La glucosa es una molécula pequeña que proporciona energía a las células de nuestro cuerpo y nos permite realizar funciones vitales. Se obtiene principalmente de los carbohidratos simples y los azúcares añadidos”, detalla la experta, también profesora en la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya.


El vínculo entre la glucosa y el envejecimiento

Cuando comemos, el páncreas libera insulina, una hormona que actúa como “llave” para que la glucosa entre a las células y se use como combustible. Sin embargo, cuando los niveles de glucosa en sangre son demasiado altos, este proceso se altera.

“Un exceso de glucosa puede volverse patológico y acelerar un proceso natural como el envejecimiento, provocando lo que conocemos como envejecimiento prematuro”, advierte Díaz Rizzolo.

El excedente de glucosa se almacena en el hígado y los músculos como reserva de energía, pero cuando estos depósitos se saturan, el exceso se transforma en grasa o permanece circulando en la sangre, lo que dispara procesos inflamatorios y daña las células.


Azúcar: el enemigo silencioso de la juventud celular

La especialista lo resume con una frase contundente:

“El azúcar puede convertirse en un acelerador silencioso del envejecimiento celular”.

Aunque la genética influye en cuánto y cómo envejecemos, nuestro estilo de vida y alimentación son determinantes. El consumo excesivo y sostenido de azúcar genera un “atasco metabólico” que dificulta la gestión del peso, reduce la energía y acelera el deterioro de las células.

Además, la inflamación crónica derivada de esta dieta azucarada puede ser un detonante de enfermedades cardiovasculares, metabólicas y neurodegenerativas.


¿Cuánta azúcar es demasiada?

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que el consumo de azúcares añadidos no supere el 5% de las calorías diarias, lo que equivale a unos 25 gramos o seis cucharaditas en una dieta de 2.000 calorías.

Sin embargo, como advierte Díaz Rizzolo, el verdadero peligro está en el azúcar oculto:

“No solo está en los postres, sino también en el pan, las bebidas vegetales, los yogures de sabores, las salsas, el zumo de naranja, el membrillo o incluso en productos integrales”.


Más allá del envejecimiento: otras secuelas del exceso de azúcar

El impacto del azúcar va más allá de las arrugas o la fatiga. Su consumo excesivo también se asocia con cansancio crónico, insomnio, estrés sostenido, aumento de peso y pérdida de masa muscular.

Dormir mal agrava el problema:

“Tras una mala noche, el cuerpo se vuelve menos eficiente con la glucosa. Esta permanece más tiempo en la sangre, aumenta el apetito por alimentos dulces y grasos, y además, el azúcar consumido en la tarde o noche empeora la calidad del sueño”, explica la especialista.


Vivir más y mejor: el reto de reducir el azúcar

Reducir el azúcar al mínimo —incluso aquel que no percibimos— podría ser una de las claves para vivir más y mejor. Según Díaz Rizzolo, aprender a identificar los azúcares añadidos en las etiquetas y preferir alimentos naturales sin procesar es una forma sencilla de mejorar la salud metabólica, la energía y la longevidad.

“El consumo excesivo y prolongado de azúcar no solo afecta el cuerpo, también acorta la calidad de vida. Reducirlo es una inversión directa en bienestar y juventud”, concluye.

Por Editorial

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